El Museo Histórico Nacional incorporó con apoyo de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación, un retrato, busto del General Máximo Santos, realizado en los talleres de la Escuela de Artes y Oficios en el año 1883, por Godofredo Sommavilla y sus discípulos.

Sommavilla fue un artista de origen italiano, nacido en Belluno, al norte de Venecia el 24 de junio de 1850. En la década de 1880, llegó a Montevideo donde se radicó hasta su muerte en 1944. En esta ciudad, se dedicó a la producción artística tanto en dibujo y pintura, destacándose por la realización de imágenes de corte “costumbrista” de nuestro país; así como también a la técnica de grabado. Desarrolló además una vasta producción litográfica, reproduciendo diferentes obras realizadas a destacadas figuras del Rio de la Plata. En la colección iconográfica del MHN, se contabilizan más de 50 personajes a cuyos retratos, Sommavilla realizó reproducciones litográficas, en los talleres de la Escuela de Artes y Oficios. Podemos destacar a Florentino Castellanos, Atanasio Aguirre, José Arredondo, Enrique Castro, Máximo Tajes, Carlos María de Alvear, Antonio Aramburu, Basilio Araujo, Nicasio Galeano, Juan Francisco Giró, Santiago Vázquez, Carmelo Colman, Plácido Ellauri, Elbio Fernández, Lorenzo Batlle, Juan Manuel Gorriti, Gonzalo Ramírez, entre otros. Cabe destacar también, que Sommavilla realizó una litografía de José Artigas, para ilustrar publicaciones que circularon en Montevideo a fines del siglo XIX, como fue el caso de la revista “Ilustración Uruguaya”, la cual plasmaba en sus páginas muchas de las producciones artesanales que se desarrollaban en los talleres.



Además de su producción artística individual, Sommavilla se trasformó en Montevideo en profesor de dibujo y pintura en algunas instituciones locales, impartiendo clases por ejemplo en la Scuola Italiana y en la Escuela Nacional de Artes y Oficios. Esta última había sido creada a mediados de 1879, bajo el gobierno de Lorenzo Latorre con el objetivo de generar una institución que “disciplinara” a jóvenes considerados socialmente “rebeldes”, así como también a los de las clases más pobres de la ciudad. El Diario oficial de ese año, publicaba la lista de los 178 estudiantes que inaugurarían las clases en esta escuela, a quienes clasificaba de la siguiente manera: 26 enviados por la Policía, 121 enviados por los padres a título de “incorregibles” y 31 por carecer de medios de subsistencia. En esta escuela, se dictaban clases en talleres de zapatería, carpintería, herrería, encuadernación, dibujo, instrumentos musicales, escultura, tipografía, platería, entre otros. Entre 1880 y 1900 numerosos pintores y grabadores llegaron de Europa, contratados gracias a las gestiones de Domingo Laporte, para asumir diferentes cursos en la Escuela de Artes y Oficios.

El retrato de Máximo Santos que ingresa al acervo del museo, está realizado por Sommavilla en los talleres que daba a sus discípulos en aquella institución. El mismo fue confeccionado con la técnica del mosaico Florentino, la cual supone la formación de la imagen a través del montaje de diversas piezas pequeñas, seleccionadas por su alta calidad y durabilidad, así como por sus diversos colores, que permiten darle a la imagen plasmada, una variedad de tonos, así como luces y sombras, que permiten que la pieza parezca una verdadera pintura, al ser observada desde lejos.

Esta técnica, se originó en Italia en el siglo XVI y fue desarrollada por el impulso e interés de la corte de los Medici. El primer taller fue justamente fundado por Ferdinand I de Medici, quien se encargó de invitar y seleccionar a los mejores cortadores de piedra de Italia. Los materiales empleados, eran generalmente piedras decorativas como mármol, amatista, jaspe, calcedonia, cornalina, ónix, lapislázuli, turquesa y cuarzo, tanto en su coloración natural, como en alteraciones de las mismas, al someterlas a variaciones de temperaturas, permitiendo lograr el color deseado. El largo proceso de fabricación, atravesaba diferentes etapas, que iban desde la selección de las materias primas, de la calidad, forma y tonos deseados, el recorte de los fragmentos y el pulido de los mismos; hasta el ensamblado sobre su base, de acuerdo a lo que se quiere representar.

El mosaico florentino se fue volviendo cada vez más complejo, tanto por el tiempo de duración en la realización de una obra completa, así como por el proceso que debía de emplearse; lo que fue transformando a esta técnica, en un verdadero “lujo” que solo algunas cortes podían solventar. De esta forma, muchas familias adineradas europeas, aspiraron a ornamentar los espacios interiores de sus casas con mosaicos florentinos; así como también, hacerse de mobiliario que con intervenciones de esta técnica artística, exteriorizando a través de ellos, sus gustos y opulencia.

A medida que pasó el tiempo, la técnica se fue extendiendo a diferentes sectores sociales que podían acceder a ellos. Muchos artistas formados con la influencia de las academias italianas, incursionaron en el mosaico, llevándolo adelante no solo en el continente europeo, sino también en América. Al insertarse en las sociedades americanas, encontraron en la realización de obras artísticas para las familias patricias locales, una forma de solventarse y aumentar su reconocimiento y prestigio social.

Godofredo Sommavilla no fue ajeno a este proceso, vinculando su producción artística a las familias de la “notabilidad” montevideana, produciendo para ellas, variados retratos con un estilo artístico un tanto “más libre” que el llevado adelante por el imperante academicismo. En el acervo del Museo Histórico Nacional, se conserva por ejemplo un retrato, realizado por el artista con la técnica del óleo, representando también a Máximo Santos.

La pieza recientemente incorporada a través de una subasta pública, estaba en poder de los descendientes de la familia Bosch – Santos. Para el disfrute de todos ya se encuentra en exhibición en la Casa de Rivera, en la planta alta.

 

Autor del artículo:
Prof. Gabriel Fernández

 

Viernes 7 de Septiembre de 2018
Ministerio de Educación y Cultura