El dorso del marco del acta de fundación del Museo Histórico (1900) con el fondo de tablas reforzadas con varillas

En el trabajo cotidiano en el taller del museo, en la revisión y traslado de cuadros y en el proceso de recuperación de obras enmarcadas encontramos elementos interesantes, y muchas veces problemáticos. En general las fotografías, dibujos, diplomas y  estampas fueron enmarcados originalmente, hace muchos años, con vidrio y fondo protector, que puede ser de cartón o de madera. En esta oportunidad nos referiremos exclusivamente a estos últimos por presentar problemas de conservación específicos que deben considerarse dada su acción a largo plazo sobre las obras que, en principio, debían proteger.[1]

Es frecuente encontrar las obras en contacto directo con el vidrio, lo cual es perjudicial, ya que en el caso de las fotografías, por ejemplo, la humedad actúa sobre las emulsiones y termina por pegarlas al mismo. Por el dorso también es frecuente hallar, entre la obra y el cartón o madera de fondo, una pieza de papel, que muchas veces es una hoja de diario. Estos materiales presentan altos niveles de acidez, especialmente el papel de periódico, que justamente por su producción masiva y su bajo costo dado su uso efímero, era y es aún de muy mala calidad, extremadamente ácido. Además estos materiales, madera, cartón y diario, son fuentes de atracción para insectos xilófagos y para el denominado “pez de plata”, que terminan atacando también las obras.


El reverso del enmarcado original del retrato de Juan Antonio Lavalleja, por Juan Manuel Blanes. Retirada la cubierta de madera se encontraba una hoja de papel de diario, directamente sobre la obra.


Pero además, los fondos de madera resultan en extremo perjudiciales por la acción que ejercen a largo plazo en contacto con el aire y las obras. En los cuadros de formato chico se empleaba en general una sola tabla, en los de grandes dimensiones, varias. El perímetro y la unión entre las distintas maderas eran sellados con papel encolado. En algunos casos este papel se conserva en relativo buen estado, en otros no.


Reverso de una fotografía de la pintura de Juan Manuel Blanes “Juramento de los Treinta y Tres Orientales”, dedicada a Ana Lavalleja de Landívar en 1890, con su reverso original de tablas forradas con tiras de papel.

El problema surge, en el primer caso, cuando dado el poco espesor de las tablas y las fluctuaciones de humedad y temperatura, junto con el secado natural de la madera, se producen fisuras o roturas por contracción/dilatación. En el segundo, cuando, además de lo anterior, rotas o desaparecidas las tiras de papel que las unen, las tablas quedan sujetas exclusivamente por los clavos perimetrales.


La madera de fondo en el retrato de Juan Antonio Lavalleja, por Juan Manuel Blanes, rota en tres piezas.

En ambos casos, el contacto de la madera con el aire en la zona de las grietas o de separación de las tablas produce, con el correr de los años, una “quemadura” por acidificación, por la acción de las resinas –el pino, la madera habitualmente empleada, es en extremo resinosa- y por la de agentes contaminantes en la atmósfera, como el dióxido de azufre, primero sobre los materiales de fondo, y finalmente pasando a las obras mismas.[2] Esta acción se traduce en la presencia de líneas de color marrón que siguen el sentido de las fisuras o roturas y a medida que pasa el tiempo van haciéndose más intensas. 

Francis Dolloff y Roy Perkinson afirman que “las áreas urbanas son anti papel”… a largo plazo, el dióxido de azufre y los otros factores mencionados atacan el papel y causan decoloración, fragilidad, y la eventual desintegración de las fibras del papel. [El dióxido de azufre de la atmósfera] es absorbido por el papel y convertido en ácido sulfúrico, un ácido particularmente fuerte que no se evapora ni deja el papel aún después de haber sido retirado del contacto con el gas.[3]

Dependiendo del grosor y calidad del papel sobre el que se realizó la obra, y de la permanencia del fondo de madera y las patologías que genera, el deterioro se hará visible por el frente de la obra más tarde o más temprano. Es lo que Anne Clapp denomina “acidez transmitida” por “contacto prolongado con materiales ácidos –madera, papel o cartón de pulpa de madera, plásticos inestables, adhesivos ácidos, y por manipulación descuidada.”[4]


En el acta de fundación del museo, las marcas ya habían atravesado el papel colocado entre el fondo de madera y la obra y habían comenzado a manifestarse por el frente del Acta.


Este proceso se produce con independencia de la técnica empleada por el artista. Esta acuarela de Carlos Corsetti, “Vista de Montevideo desde la costa Sur”, afectada por el sistema de enmarcado con fondos de madera, presenta las marcas de acidez, que traspasaron el papel del passepartout, el papel soporte y son visibles en la capa pictórica, coincidiendo con las zonas de unión entre las tres tablas que formaban el fondo.


Por el frente de esta litografía de Ramón Irigoyen sobre el combate naval del 3 de agosto de 1841 comenzaron a manifestarse las líneas de acidez extrema, coincidentes con las ranuras existentes entre las tablas.

Dada esta situación, se hace imprescindible renovar los materiales de enmarcado y hacerlo empleando otros de mejor calidad. Las dificultades para acceder en nuestras instituciones a materiales con calidad de archivo, no deben ser una limitante para lo mucho que puede hacerse con el fin de salvaguardar las obras e impedir que sean afectadas por estas condiciones de enmarcado antiguo.

En primer lugar eliminar los fondos de madera, los cartones envejecidos y los papeles de diario. Es recomendable emplear para los dorsos cartón pluma en lugar de madera y papel canson para sustituir el papel de diario. Lo mejor es construir un passepartout carpeta con cartón de buena calidad, en lo posible libre de ácido, y sostener en su interior la obra con esquineros, para no emplear adhesivos que la sujeten al cartón. En lo posible, ya que cada caso exige intervenciones y condiciones distintas, debe evitarse el añadido de materiales o de sustancias que a largo plazo puedan resultar perjudiciales. Este tipo de passepartout a la vez que aísla la obra del contacto con el vidrio y con el fondo, permite su guardado con condiciones de preservación adecuadas en caso de desmontarse del marco para guardarse en una planera.


“El América. 24 de diciembre 1871”, carbonilla de Adolphe Héquet en su nuevo passepartout carpeta, protegida por una pieza de papel de seda (izquierda y centro) y sujeta mediante esquineros al fondo de cartón (derecha).

Pero estos cambios en los sistemas de enmarcado deben llevarnos a atender una cuestión no menor: el conjunto de etiquetas e inscripciones que los cuadros llevan en los dorsos. Es imprescindible no perder el número de inventario o de carpeta de la obra. En el volumen de piezas que custodia el Museo Histórico, de perderse ese dato, puede ser complejo volver a identificarlas. Las etiquetas de carácter administrativo que consignan este número se pueden cambiar sin problema, ya que es fundamental que sean claramente legibles, hoy algunas están borradas, parcialmente erosionadas o desprendidas. Pero una cuestión diferente son las etiquetas de la casa que realizó el enmarcado original, o las que permiten saber en qué exposiciones participó una obra concreta, o inscripciones que amplían la información sobre ella, estas deben conservarse. Lo mismo sucede con las etiquetas con el número de inventario antiguo, que remiten al catálogo que el museo publicó sobre su acervo en la década de 1940.[5] Finalmente, encontramos inscripciones diversas que responden a sucesivos controles de inventario o ubicaciones en los depósitos, generalmente escritas a lápiz, birome o marcador. Por un lado la magnitud que adquirieron en algunas oportunidades estas inscripciones no es deseable, ya que son totalmente transitorias. Se recomienda que sean discretas, en lo posible a lápiz y sobre etiquetas sujetas con cordón, ya que no tienen un valor permanente; se debe evitar consignar en los dorsos este cúmulo de anotaciones. El registro fotográfico de los procesos de trabajo documenta las mismas, lo que consideramos suficiente. A veces se incurrió en prácticas poco recomendables desde el punto de vista de la conservación, encontrándose este tipo de datos escritos con marcador sobre el dorso de las obras. En caso de ser imprescindible realizar anotaciones sobre el papel soporte deben hacerse a lápiz.


Reverso de uno de los cuadros de la colección Pietracaprina, con el papel tapiz decorativo muy deteriorado, con la etiqueta de inventario del museo y de la cuadrería que realizó el enmarcado (arriba). El fondo de madera, perdida la tabla central, permite ver el dorso de la obra, sobre la cual se realizaron anotaciones de inventario transitorio (debajo).

En las intervenciones que estamos llevando a cabo en el museo se recuperan todas las etiquetas de origen (de la cuadrería, de exposiciones en las que la obra participó, anotaciones de los propietarios, etc.) y se registran aparte las sucesivas ubicaciones de cada obra en los inventarios transitorios del museo. Para que las etiquetas con valor histórico sean visibles sin continuar deteriorándose, se colocan entre el nuevo fondo y la parte trasera del passepartout o papel protector, abriendo en el fondo pequeñas ventanas protegidas por material transparente (mylar, por ejemplo). La etiqueta de identificación de inventario del museo se coloca en el exterior del fondo, así como otros datos de la carpeta correspondiente.


Dorso del nuevo enmarcado de un diploma de la “Sociedad filantrópica de damas orientales” (1843). La etiqueta con el número de carpeta pegada sobre el fondo de cartón pluma y dos pequeñas ventanas abiertas para contener la etiqueta antigua de inventario y la de donación de la obra al museo.




Eliminación del fondo antiguo del enmarcado del retrato de Juan Antonio Lavalleja por Juan Manuel Blanes y nuevo fondo conservando y haciendo visible la información de interés.          

 

Texto y fotos: Lic. Ernesto Beretta García


[1] Los fondos llevan muchas veces forros de papel antiguo con decoraciones impresas, a veces papel tapiz para pared. Aunque se considere el retiro del fondo original por cuestiones de conservación, estos papeles deben ser preservados, ya que constituyen ejemplos de elementos de decoración muy frágiles y que al “pasar de moda” se abandonan y destruyen, perdurando solo algunos fragmentos, como en estos casos. Con estas piezas de papel estampado estamos organizando un archivo de muestras de papeles decorativos y empapelados para pared que resultarán de utilidad a los estudiosos del interiorismo y la decoración en el siglo XIX y comienzos del XX.
[2] El dióxido de azufre es resultado de la combustión de materiales como el petróleo, el diesel o el gas natural y se produce también en algunos trabajos de metalurgia. Contribuye a la formación de lluvia ácida.
[3] Francis Dolloff y Roy Perkinson, How to care for works of art on paper, Boston, Museum of Fine Arts, 1985, p. 20.
[4] Anne Clapp, Curatorial care of Works of art on paper, USA, Intermuseum Conservation Association, 1987, p. 50.
[5] Carlos Pasos, Catálogo descriptivo I, Montevideo, Museo Histórico Nacional, 1946.

Lunes 27 de Julio de 2020
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