Escritorio papelero portátil (bargueño) virreinal

Sin datos de fabricante, siglo XVIII-inicios del siglo XIX

Virreinato del Perú, probablemente área de las gobernaciones de Moxos y Chiquitos

52 cm de ancho, 42 cm de altura y 39,5 cm de profundidad

MHN

 

Introducción

    Este breve artículo se centra en uno de los dos escritorios papeleros (bargueños) que conserva el Museo Histórico Nacional, actualmente en depósito. Sus técnicas constructivas y decorativas lo convierten en una pieza interesante de una línea de ebanistería que, procedente de España, tuvo en América originales desarrollos. De esta forma continuamos dando a conocer el acervo no expuesto, mostrando asimismo aspectos ocultos de las piezas a los que el público no puede acceder en las formas de exposición tradicional.

Antonio de Pereda, “Bodegón con escritorio”, 1652, Museo del Hermitage. Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Pereda,_Antonio_de_-_Still_Life_with_an_Ebony_Chest.jpg


Genealogía

    Se conoce como “bargueño” un mueble típicamente español que tuvo su auge entre el Renacimiento y el siglo XVIII. Su nombre deriva de la localidad de Bargas, población que se encuentra al norte de Toledo, ciudad que fuera capital imperial  hasta 1561, cuando la corte se trasladó definitivamente a Madrid. El diccionario de la Real Academia Española recoge esta procedencia al describirlo como: “Mueble de madera con muchos cajones pequeños y gavetas, adornado con labores de talla o de taracea, en parte dorados y en parte de colores vivos, al estilo de los que se construían en Bargas.” Esta proximidad a la capital del imperio donde residía el numeroso personal administrativo al servicio de la corona, notarios, prelados, intelectuales y personas letradas que necesitaban de escritorios y mobiliario para ordenar y custodiar la papelería, son condiciones que pueden haber influido en el desarrollo de esta industria de los escritorios portátiles, aunque se fabricaban también en otros puntos de España. El refinamiento cortesano requería revestirlos de complejas y ricas decoraciones, incluso de la heráldica de las grandes familias nobles. El término “bargueño” se impuso en el siglo XIX, reemplazando al original, “escritorio” o “papelero”.

 

El Greco, “Vista de Toledo”, hacia 1604. New York, Metropolitan Museum. Imagen tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/Vista_de_Toledo

    Con la conquista española de América y el establecimiento de las sociedades criollas, los sectores altos de la sociedad, las autoridades civiles, militares y eclesiásticas virreinales recurrieron a este tipo de mueble, cuya utilidad conocían de España. Si bien inicialmente eran importados, progresivamente fueron fabricados también en nuestro continente, como el caso que tratamos. Ramón Gutiérrez en su artículo “Artes utilitarias en el virreinato del Perú” refiere:

El bargueño, como derivado de arcón, ha sido el mueble español más característico en la colonia. El bargueño es un arcón pequeño con cuatro pequeñas patas. Se abría frontalmente destacando toda la cajonería tallada o con incrustaciones. El bargueño era colocado sobre una mesa o armario que contrastaba con éste por su sobriedad. Su función era la de escritorio portátil. En el siglo XVII los bargueños se hacían más sobrios y sencillos, siguiendo la estructura de cajones pequeños divididos en dos o tres filas con o sin hornacina central. El bargueño que se conoce en Charcas, siempre fue escritorio. Se dieron muchas variedades de formas y tamaños. Eran de maderas variadas, existiendo también de cuero. 

La presencia en América de maderas finas de excelente calidad –entre otras caoba, jacarandá, cedro- y de materiales como la plata y el nácar utilizados en la decoración, contribuyeron, junto con la habilidad de los artesanos indígenas y mestizos, a la realización de un conjunto de cofres, escritorios portátiles, y otras piezas de mobiliario de alta calidad constructiva e interesantes y ricas decoraciones. En ellos las tradiciones europeas medievales, renacentistas y mudéjares se conjugaron con las indígenas en un complejo proceso de hibridación.

Melchor Pérez de Holguín “La sagrada familia en el taller”, escuela del Potosí, siglo XVIII. Al fondo San José realiza su trabajo con el herramental que usaban los carpinteros cuando el cuadro fue pintado. Pueden verse las herramientas, algunas colgadas en la pared y otras dejadas en el piso durante la tarea. Imagen tomada de ARCA, Arte Colonial Americano, http://52.183.37.55/artworks/4809

 

Estructura

    Los bargueños se caracterizan por su forma de “caja”, de dimensiones variables. Sus caras exteriores son en general completamente lisas, despojadas de decoración, lo mismo que la frontal, aunque esta también puede presentar profusas ornamentaciones. Al abrirlos, el frente abatible se convierte en repisa o mesa de escribir, dejando a la vez al descubierto su interior, que exhibe un trabajo muy elaborado, con múltiples gavetas o pequeños cajones, cuyos frentes aparecen decorados mediante marquetería y taracea, incorporando no solo distintas clases de madera, también, como se refirió, incrustaciones de piezas de plata, marfil, nácar y maderas exóticas. Pueden incluir elementos arquitectónicos como pilastras, columnas, frontones y arcos. Por lo general se buscaba un contraste entre la sobriedad del exterior de la caja y la complejidad del diseño y de la cromática del interior.

    Como se mencionó, el bargueño se colocaba sobre una mesa especial, que forma parte del mueble, en el caso español con travesaños y ángulos en hierro forjado. De la cintura de la mesa podían extraerse dos soportes, sobre los que se apoyaba la tapa, una vez abierta.  Al tratarse a veces de escritorios portátiles, los bargueños llevan en sus caras laterales herrajes, asas para su transporte. El ejemplar del museo no conserva su mesa original, pero es probable que por su tamaño reducido se prefiriese utilizarlo sobre distintos muebles, de acuerdo a requerimientos concretos, pudiendo prescindirse de aquella.

    Se trató originalmente de un mueble sólido, y a la vez funcional, ya que permitía ordenar la papelería del propietario, pero los bargueños incorporaron también pequeños compartimentos secretos, donde podían ocultarse documentos comprometedores y objetos de valor.

 

 

Bargueño español del siglo XVI, cerrado y abierto.


    Si el bargueño es típicamente español, otras tradiciones de la ebanistería europea, como la italiana o la francesa, contaron también con muebles que tenían múltiples cajones y gavetas cumpliendo la misma función de “papeleros”. Sin embargo, su forma es diferente, ya que eliminaron la tapa abatible, insertando el cúmulo de gavetas y compartimentos cerrados por pequeñas puertas en frontis arquitectónicos clásicos o barrocos, con una gran sofisticación. Incorporaron ornamentos en piedras duras y semipreciosas, como mármoles polícromos, ágata o lapislázuli, o incluso pinturas realizadas bajo vidrio, alcanzando, en el siglo XVII, una cromática barroca y contrastante, todo lo cual resultaba adecuado a los ambientes palaciegos, para los cuales trabajaban ebanistas de renombre. 

    La bibliografía anglosajona sobre mobiliario los denomina “cabinets” (gabinetes), “bureau cabinets” (gabinetes de oficina) o “curiosity cabinets” (gabinetes de curiosidades). Todos estos muebles comparten con el bargueño la función de ordenar y contener papeles u objetos en compartimentos planteados en una construcción simétrica, estando esta estructura sobre mesas o patas. La sobria mesa empleada en España, quedaba ahora incorporada al gabinete, convirtiéndolos en una pieza única, y proponiendo alardes decorativos y escultóricos asombrosos. Estos gabinetes contrastan con los bargueños españoles, más despojados, que no presentan variedades de materiales tan ricos y que mantuvieron en muchos casos los diseños medievales y mudéjares, estos últimos heredados de la presencia árabe en la península ibérica.

 

Gabinete napolitano del siglo XVII, en ébano, carey y paneles pintados bajo vidrio con las Metamorfosis de Ovidio. Tomado de John Morley, ob. cit.


Uno de los bargueños del Museo Histórico Nacional

    El bargueño que presentamos está construido en madera de cedro y son sus dimensiones 52 cm de ancho, 42 cm de altura y 39,5 cm de profundidad. Su tapa abatible, abierta para ser utilizada como pequeño escritorio, mide 48 x 35 cm. 

    Los frentes con cajonería de los bargueños presentan un ordenamiento en sentido vertical y horizontal, similares a los retablos barrocos que se instalaban en las iglesias, con sus “calles” verticales (en rojo en la imagen siguiente) y sus niveles horizontales o “pisos” (en amarillo). En este caso el frontal se compone de tres calles verticales y tres pisos horizontales, cortados los dos superiores en la calle central por la gaveta principal. 

 

Distribución de la cajonería en el frente del bargueño

    Las maderas que forman la estructura del mueble y de la cajonería están ensambladas con técnicas de ebanistería tradicional, como son las denominadas “colas de milano”, que a la vez que unen las piezas de madera, las traban. La denominación refiere a la forma de la cola de estas aves en vuelo, en forma de trapecio. Pero incluye también “tarugos”, piezas cilíndricas de madera que unen la cara posterior a los laterales. Reparaciones posteriores han incluido tornillos y clavos de dimensiones apreciables. El adhesivo empleado en la época era de origen animal.

 

Ensambles en “cola de milano”, arriba, en el lateral de uno de los cajones y en la unión de la tapa con uno de los laterales del mueble. Debajo “tarugos” en la unión de la tapa posterior con los laterales y la tapa superior

    La decoración de la tapa abatible y de los frentes de los cajones está realizada con la técnica de la taracea, piezas de maderas diversas y de madreperla o nácar incrustadas en la madera sólida, y marquetería, combinación de chapas de madera de distintas tonalidades para los patrones de los motivos decorativos; para este trabajo se empleaban maderas de árboles frutales. En el catálogo de la exposición “El arte de guardar”, Juan Manuel Martínez, curador de la exposición, refiera la aplicación de esta variedad de materiales y técnicas en el mobiliario español e hispanoamericano:

Pero sin duda fueron los árabes quienes introdujeron la técnica de la taracea en Europa, un elemento característico del mobiliario de guardar hispánico hasta el siglo XVIII, cuando esta fue sustituida por la marquetería. El término taracea es una palabra derivada del árabe tarsi, incrustación, que consiste en insertar maderas de diversos colores y otros materiales para crear variados motivos ornamentales. 

La madera se convertirá en la principal materia prima del mobiliario y el nogal será la madera más utilizada en Europa, especialmente en España, para la confección de mobiliarios. Con la expansión colonial europea en el mundo, específicamente la hispana en el Nuevo Mundo o la portuguesa en Asia, el ébano, la caoba, además del jacarandá, el palo santo y el granadillo, son aportes del mundo americano a la fabricación de muebles. Se suman a esto otras maderas como el ciprés, el pino o las maderas frutales como el albaricoquero, el peral o el naranjo.

Las piezas de madreperla llevan decoración incisa, estrías, volutas, grillas, estrellas y pétalos.  Como ejemplo de la proliferación decorativa, solo uno de los cajones pequeños lleva veinte piezas de madreperla incrustadas.

 

Detalle de dos piezas de madreperla, con decoración incisa rellena en color negro

    La decoración incluye además trabajo de talla. Todos los cajones están rodeados por un marco de perlas y piruetas, y el nicho central  cuenta con un arco de medio punto sostenido por dos columnas helicoidales o salomónicas –hoy solo se conserva la del lado derecho-. Estas columnas resultaron muy atractivas al gusto barroco por la sensación de inestabilidad, movimiento e ingravidez que implica su forma, siendo recurrentes en los altares españoles e italianos en Europa,  virreinales y misioneros en América.

 

Marco perimetral de perlas y piruetas y columna helicoidal o “salomónica” en la gaveta principal del bargueño, a la derecha

     También es visible la herencia europea de tradición medieval, trasplantada a América desde España, en la presencia de animales reales o fantásticos y seres celestiales, tal como se presentaban en los capiteles y portadas del románico y del gótico y en los libros iluminados. Francisco Stastny, estudioso del arte virreinal se refirió a este trasplante de la cultura medieval, que permaneció vigente en la colonia en distintas manifestaciones:

La presencia de la Edad Media en América es todavía más persistente. Vocablos como gótico o medieval son recurrentes en quienes han escrito sobre el arte colonial. Aún más, es un término de referencia para definir el "tiempo" americano en otras disciplinas. Se ha observado que en el Nuevo Mundo no se escribió historia a la manera post-renacentista, sino que se elaboraron crónicas como en el medioevo. La literatura americana no produjo novelas, y muy pocas "comedias", a pesar de coincidir con el auge de la literatura picaresca española, sino que se circunscribió casi exclusivamente a poesía y a autos sacramentales. La filosofía se detuvo en la escolástica tomista. Y el conocimiento, en concepciones tolemaicas y aristotélicas radicalmente alejadas de la revolución ocurrida en la ciencia de sus días. Todos indicios de una cosmovisión afín a la Edad Media.

Y refiriéndose específicamente a las artes visuales establece que “Destaca un conjunto numeroso de iconografías de origen medieval que volvió a ser empleado en América después de haber desaparecido del arte europeo con el Renacimiento.”  Stastny profundiza en los complejos aspectos iconológicos de las composiciones pictóricas, en esta oportunidad referimos simplemente “motivos” y esquemas de representación que se trasplantaron al arte virreinal y cuya influencia es visible en las decoraciones de este escritorio. Reconocemos tres motivos diferentes: el león, la paloma y el ángel. Todas las figuras están trabajadas con la misma técnica de taracea, e incluyen ojos de madreperla, y se encuentran un tanto ocultas por las ornamentaciones de nácar que tachonan todas las superficies.

 

León, representado en los dos cajoncitos del segundo piso, sobre las calles laterales

 

Paloma, representada en los extremos del cajón inferior, sobre las calles laterales

 

El ángel, representado en el centro del cajón inferior, sobre la calle central

    Todos pueden vincularse a la tradición cristiana, el león de San Marcos, la paloma, como el Espíritu Santo, y el ángel como mensajero divino. La presencia de la imaginería religiosa se ve reforzada por la hornacina central: enmarcada por el arco de medio punto se abre una pequeña capilla, en cuyo fondo se encuentra la cruz. Dada la fuerte presencia de la Iglesia y de la fe católica en España y en América, la dependencia de muchos talleres de las misiones, y por contar entre los principales clientes con la Iglesia misma, no es infrecuente encontrar su repertorio iconográfico en los objetos de uso cotidiano.

 

Cruz sobre peana tachonada con piezas de nácar inciso en el interior de la hornacina central

    Finalmente, las piezas de metal que se conservan (herrajes de los cajones) son de plata. De las siete piezas originales se conservan cuatro, con faltantes. La plata era un metal abundante en América y fue utilizado profusamente para la fabricación de los más diversos objetos por una categoría de artesanos denominados “plateros”. La cerradura del mueble, posiblemente de hierro y hoy perdida, es delatada por el espacio abierto para ella en la tapa. 

 

Herraje de plata cincelada, arriba, y cavidad para la cerradura de la tapa frontal (perdida)

    Pero referimos también la funcionalidad de estos muebles, y la inclusión de “gavetas secretas”. Este escritorio cuenta en total con siete gavetas o compartimentos: cuatro cajones pequeños, un cajón grande que abarca todo el primer piso, pero simula en su frente ser tres cajones pequeños para dar continuidad a las calles verticales, y un cajón sobre la calle central que abarca los pisos segundo y tercero. Al abrirlo se presenta un espacio de escasa profundidad, pero, si se levanta la pieza de madera decorada con la cruz, se accede a un compartimento oculto.

 

 

El compartimento secreto, cerrado y abierto, vista frontal y superiores

Procedencia del bargueño

    Los estudios sobre arte virreinal americano han alcanzado un gran desarrollo, permitiendo reconocer tradiciones específicas y “escuelas” de pintura, escultura y artes decorativas. Se ha indagado en los aspectos iconográficos e iconológicos de las imágenes, en los comitentes de obras, en la organización de los talleres y gremios,  en las redes comerciales y de circulación de mercancías y de los materiales que las distintas regiones ponían al alcance de los artesanos. También la relación que guarda este arte con tradiciones prehispánicas que sobrevivieron a la conquista y se amalgamaron con las españolas, a las que se sumaron las influencias orientales.

    De acuerdo a la tipología del escritorio en su estructura y decoración podemos relacionarlo con la tradición de ebanistería del virreinato del Perú. El nácar para las decoraciones era obtenido

en primera instancia del Oriente, especialmente de las islas Filipinas, parte del Imperio Español bajo el nombre de Indias Orientales y adscritas como Capitanía General al Virreinato de Nueva España, que a través del comercio transpacífico del Galeón de Manila llegaba a México y desde ahí al Perú. Luego la concha de perla, madreperla o nácar se obtenía directamente de las conchas marinas de la extensa costa de la región surandina, tan rica en especies de moluscos y caracolas, algunas de gran tamaño.

Se señala la práctica de la técnica del enconchado en regiones del virreinato de Perú como la zona costera, incluida la ciudad de Lima, y ... en la región de Mojos y Chiquitos, antiguas misiones jesuíticas donde a comienzos del siglo XIX se realiza todavía el trabajo de los motivos estilo hispano-morisco al gusto del siglo XVI, lo que muestra la persistencia estilística en el mueble de ciertas zonas del área surandina.

    Las decoraciones en forma de flor entorno a los herrajes de los cajones se encuentran, con diseños similares, en otros escritorios conservados, y la aplicación de incrustaciones de nácar fue característica del mobiliario de la región citada. El empleo de detalles en marquetería permitiría datar este escritorio hacia el siglo XVIII-inicios del XIX, cuando esta técnica comenzó a emplearse junto con la taracea.

 

Mapa de la región de Moxos y Chiquitos, tomado de Muriel Morgan, “Funcionarios borbónicos y espacios de frontera. Objetivos de las políticas de población entre las reducciones de Moxos y Chiquitos”, en Memoria Americana 23 (1), enero-junio 2015: 129-157


Texto: Lic. Ernesto Beretta García

Viernes 18 de Diciembre de 2020
Ministerio de Educación y Cultura