Una petaca de cáñamo de Oribe y su llegada al MHN


Petaca atribuida a Manuel Oribe. Sin datos de fabricante. Sin datos de lugar ni fecha. Fibras de cáñamo tejido y teñido. 18 x 8,5 cm. MHN 2563.

Esta petaca fue donada al Museo en 1958 por la sucesión de Faustina Garcia Illa de Lessa. Las gestiones de la donación fueron llevadas adelante por medio de Joaquín Secco García quien recibió la pieza por parte de su cuñada, Enriqueta Lessa de Secco. La donación fue enviada con lo que se entendía una “constancia” emitida de forma manuscrita en 1906, por Agustín Illa Castro, quien certificaba que esa petaca había sido utilizada por Manuel Oribe, el cual “se la regalo y como recuerdo al Constituyente Dn. Joaquín de la Sagra”, pasando luego de su fallecimiento a su “hijo político”, José Ponce y finalmente a sus manos.

La relevancia que hizo merecerle un lugar en la institución, estaba en que era un objeto de uso personal de Manuel Oribe, segundo Presidente constitucional del Uruguay. Así lo manifestó Juan E. Pivel Devoto en nota de agradecimiento enviada a Secco García, cuando expresaba que se complacía en agradecer el “fino gesto” de las familias donantes, por tratarse de “una petaca de importante valor histórico”, pues venía a “enriquecer el material que se custodia en el Museo, relacionado con el General Oribe”1


Nota-certificado emitida por Agustín Illa Castro, declarando el origen de la pieza, previo a la llegada a su poder2

Al igual que esta petaca, durante mucho tiempo diversos objetos que ingresaban al Museo, sea por vía de donación o por vía de adquisición, seguían un criterio que ponía énfasis en la personalidad histórica a la que habían pertenecido, o a alguno de los hechos o procesos históricos considerados fundamentales en la Historia del país. Así pues, múltiples familias donaron sus pertenencias heredadas de sus antepasados, los que habían tenido algún tipo de vínculo o relación en dichos procesos, pasando de ser consideradas como “tesoros familiares” a convertirse en “tesoros nacionales”. Esta política de adquisiciones, dio un determinado perfil a las colecciones del MHN y con ellas, al discurso museográfico de la “Historia Nacional”. En este sentido, la Historia del Uruguay era construida  con diversos fragmentos de historias familiares.

Sin embargo, muchas de estas piezas generan en el presente otras lecturas, ópticas de análisis, preguntas y con ello, nuevas historias que pueden extraerse de las colecciones. Más allá de la historia personal de sus antiguos propietarios, las piezas desatan diferentes interrogantes sobre sus materiales, técnicas de fabricación, uso y difusión, costumbres, consumos, trabajos, sensibilidades, entre otros aspectos, que redimensiona el valor de las piezas, desde su condición de fuentes para la Historia.

En este sentido: ¿qué nos puede permitir saber del pasado, una petaca fabricada en cáñamo y utilizada en el Río de la Plata durante la primera mitad del siglo XIX?.

Trabajo y consumo local

Muchos de los objetos de uso cotidiano entre la población de entonces, se traían desde Europa. Este aspecto se profundizó aún más al aumentar el flujo comercial durante la segunda mitad del siglo XVIII en el Río de la Plata, lo que permitió, además de la acumulación material de aquellas familias dedicadas al comercio; una mayor oferta y diversidad de productos de consumo local, provenientes del exterior.

Sin embargo desde el período colonial, múltiples piezas fueron realizadas en el continente americano. Estos productos, no solo eran consumidos por sus propios fabricantes, sino que eran introducidos como bienes de intercambio o de venta en un mercado regional, el cual se había articulado en el Río de la Plata desde la configuración de un eje comercial Potosí-Buenos Aires, apoyado en el complejo portuario rioplatense, y que incluía tanto a los habitantes del imperio español como del portugués. 

Este mercado interregional es la expresión de una producción local desarrollada en cada lugar de la región, no sólo para el consumo propio de las múltiples familias mestizas campesinas que lo realizaban, sino también para el comercio. De este modo, como explica el historiador Fernando Jumar, los habitantes regionales movilizaban productos de consumo como quesos, vinos, porotos, gallinas, trigo, carne, maíz, o harina, a diferentes puntos de la región3. Pero además circulaba una importante variedad de manufacturas realizadas artesanalmente, muchas de ellas por los sectores más pobres, en pequeños talleres familiares. Productos de cestería, carpintería, alfarería, tejidos, trabajos en cuero o hueso, entre otros, completaban un abanico diverso de productos locales.

Esto hace pensar en que una pieza utilizada por alguien que pudiera vivir en Montevideo, perfectamente podría haberse fabricado en cualquier región del Río de la Plata y haber llegado a esta ciudad por las mencionadas vías comerciales. De esta petaca, por ejemplo, no sabemos con exactitud el lugar en el que fue confeccionada, sin embargo permite conocer que este tipo de piezas, de una fabricación manufacturera artesanal, eran extendidas y de consumo básico en la sociedad de entonces.

Como se aprecia en las fotografías de la pieza, esta petaca presenta un trabajo que involucró diversas tareas previas, cuando no diferentes procesos productivos y artesanales no paralelos ni del mismo origen; pues hay que considerar desde el cultivo vegetal que dará la materia prima, el proceso de cortado, secado, trozado, hilado, hasta obtener las hebras de fibra. Pero además de lo que refiere al tratamiento de los cordeles, se debe de agregar el proceso de teñido de algunos hilos, para darle la tonalidad azulada y rojiza que presenta; al igual que el trabajo de hilado y tejido para obtener las telas y finalmente la fabricación propia de la petaca.

Su materia prima: el cáñamo

El cáñamo es una especie vegetal que incluye diferentes variedades y cepas. Cáñamo y Marihuana, por ejemplo, son la misma especie de planta, denominada “Cannabis sativa”, que comparten la misma familia cannabacea, pero varía entre ellas, además de su tamaño, rigidez en sus partes, crecimiento y tamaño de hojas, el nivel de THC, compuesto psicoactivo de la planta. De este modo, la marihuana, tiene más cantidad de THC que el cáñamo. Otro miembro de la familia cannabacea es el lúpulo, utilizado por ejemplo en la elaboración de la cerveza.

Existen registros muy antiguos de la existencia y empleo del cáñamo desde miles de años antes del presente. Sus diferentes variedades provenían principalmente de China, Rusia y la India. Este producto, fue sumamente requerido por el mundo europeo, lo que abrió diferentes rutas comerciales para su traslado desde Oriente al Mediterráneo.

Una vez incorporado el uso del cáñamo en el mundo europeo y requerido por diversos países, existieron diferentes experiencias de desarrollo y cultivo de esta especie. Al respecto el historiador Eric Hobsbawm señala que el cáñamo era uno de los principales cultivos intensivos de las grandes haciendas del norte de Rusia y que solo fue desplazado en el siglo XIX por la producción de granjas4. Este país a su vez, fue uno de los principales proveedores de cáñamo al espacio mediterráneo, cuando éste acrecentó su consumo.

Del mismo modo, Giovani Levi explica que el cáñamo utilizado en las manufacturas,  fue uno de los productos que permitió sostener y acrecentar determinadas poblaciones italianas, que por ser pequeñas y poseer una larga tradición agrícola, pudieron hacer frente a etapas de grandes crisis, evitando su desaparición e incluso permitiéndoles crecer, al basar la mayor parte de su producción en el cultivo y uso artesanal del cáñamo5.

Este producto entonces, fue básico y sumamente extendido en diferentes pueblos y etapas de la Historia. Como explica el antropólogo uruguayo Daniel Vidart, tan difundida era esta planta en otros momentos y su utilización tan cotidiana, que estuvo presente incluso en procesos históricos de renombre mundial, como es la independencia de las colonias norteamericanas. El papel utilizado en los borradores de la declaratoria de independencia, estaban hechos a partir de fibras de cáñamo, el cual era un producto ampliamente cultivado en muchas haciendas de norteamérica, como por ejemplo en las del propio George Washington6

Las cuerdas del Imperio

En lo que respecta al mundo ibérico, tal vez uno de los momentos claves para el aumento del uso del cáñamo fue durante el siglo XV a partir del inicio del comercio transoceánico. Fue allí exponencial de la explotación agroindustrial del cáñamo al servicio de las necesidades de los imperios ultramarinos, que necesitaron de él para llevar adelante sus empresas.

El cáñamo era la base fundamental del desarrollo de una amplia variedad de productos sin los cuales no hubiese sido posible el sustento de las políticas expansionistas imperiales. Velas, cuerdas, vestimentas, mechas de arcabuces, entre otras muchas cosas, necesitaban del cáñamo para su confección. 

Las fibras que de sus tallos se extraían, daban unos hilos de extrema resistencia al paso del tiempo y a los daños del clima, el agua y la sal. Así pues, los miles de kilómetros de cuerdas necesarias en las travesías ultramarinas demandaron una enorme cantidad de cáñamo que la sustentara materialmente. Este aspecto explica el interés casi obsesivo del Imperio español por mantener una fuente continua de cáñamo, que asegurara el sustento de su expansión.

Como explica el historiador Manuel Díaz Ordóñez, “prácticamente desde el inicio del dominio español en América el suministro de cáñamo, jarcias, velas, cuerdas mechas y otros transformados cannabáceos, dependió del sistema que España mantendría con el nuevo continente”. Durante este período “los artículos de cáñamo viajarían entre España y América a bordo de estos barcos”7.

Una vez dado el proceso de conquista y colonización americana, el Imperio español creyó necesario asegurarse sus propias fuentes de cáñamo, cuando de eso dependía el contacto marítimo entre la Metrópoli y sus colonias. Es por ello que se explica el interés de la corona de generar una producción de cáñamo local en el espacio hispanoamericano, sin depender de sus proveedores tradicionales. De este modo, a partir del siglo XVI hasta el XVIII, España buscó impulsar el cultivo de cáñamo americano, probando diferentes estrategias y emprendimientos a lo largo de las diferentes zonas geográficas que formaban parte de su imperio.

Así por ejemplo, a partir de 1500, se dispuso que los amerindios fueran dedicados, además de a sus tareas mineras, al cultivo del cáñamo; a la vez que se desarrolló una política de producción que buscó seleccionar y sembrar las mejores semillas, en tierras lo más aptas posibles, con diferentes abonos, que permitieran el florecimiento de una producción de cáñamo americano. Sin embargo, el resultado que la corona buscó obtener no fue el esperado, pues la producción no resultó lo uniformemente esperada, y sólo se logró desarrollar en algunos puntos específicos, como por ejemplo en Chile.

Sin embargo, el impulso del cultivo americano del cáñamo, fue retomado por algunas autoridades españolas bajo la influencia de la ilustración española, donde las políticas de poblamiento, de desarrollo de la producción local y el esfuerzo por la incorporación de diferentes conocimientos en agricultura y botánica, a la luz del intento de modernizar el imperio, estuvieron en su agenda.

Son muchos los ejemplos que se conservan en diversa documentación donde se aprecia el interés tanto de la corona española como de las autoridades americanas, en el fomento del cultivo del cáñamo. Así por ejemplo, el Gobernador Intendente de Potosí, Juan del Pino Manrique, realizó una serie de Instrucciones en 1784 para los subdelegados de aquella intendencia. En las denominadas “causas de policía”, ordenaba a subordinados que debían de procurar “fomentar no sólo las cosechas de cera de abejas silvestres y de colmena, sino la de algodón en los países que puedan darse”, pues el Rey daba absoluta libertad para la salida de América y la entrada en España, de “la lana burda y fina labrada y el cáñamo y lino en cerro o hilados8.


Petaca desmontada. Se aprecian las dos partes que la componen. Una se inserta dentro de la otra permitiendo así que no se pierda el contenido. 

El cáñamo en territorio platense

En el Río de la Plata, el Virrey Ceballos fue una de estas autoridades que proyectó el incentivo de las plantaciones de cáñamo y lino como una actividad que permitiría generar riquezas y ampliar la agricultura en espacios donde no se había desarrollado, a la vez que brindar materias primas para la fabricación de productos manufacturados a nivel local.

Pero uno de los principales defensores de este proyecto de agricultura del cáñamo en el Río de la Plata y bajo la influencia de la ilustración española, tal vez sea Manuel Belgrano. En muchos de sus escritos se aprecia ese aspecto. Así pues, durante su actuación en el Consulado de Comercio de Buenos Aires, realizó exposiciones en defensa de estos proyectos. Aprovechando las disposiciones de la Real Cédula que erigió esta institución, la cual disponía que anualmente sus miembros redactaran una memoria que incluyera temas vinculados al comercio en el Río de la Plata, Belgrano desarrolló en esas memorias, parte de su opinión con respecto al cultivo y comercio del cáñamo a nivel local. Así pues, en la memoria correspondiente al año 1797, Belgrano expuso sobre las “utilidades que resultarían a esta provincia y a la Península del cultivo del lino y cáñamo…”. 

En ella señalaba que entre los múltiples beneficios de la producción de cáñamo en el Río de la Plata, se encontraba el hecho de esta producción daría “un objeto más a que se aplicasen las gentes, ya del campo como los infelices de la ciudad”. Lo justificaba diciendo que estas personas sabían que el lino y el cáñamo “antes de poder servir para ponerlo en el telar, que debería ser el modo con que se mandase a nuestra Madre Patria, tiene que pasar por una porción de operaciones, ya propias del labrador, como son: siembra, siega, remojo, cocimiento a beneficio del sol, secar y ponerlo a fuerza de maza en fibras”. Pero además, este proceso implicaba tareas que debían, según su opinión, hacer tanto las mujeres de los labradores, como “otras gentes infelices de la ciudad”, tal como eran el “espaldar, rastrillar e hilar” el cáñamo9.

Son muy interesantes los diferentes puntos desarrollados por Belgrano al tratar de convencer a las autoridades, de los múltiples beneficios que el desarrollo de la agricultura del cáñamo proporiconaría, tanto a estos territorios como a la corona española. Desde su óptica, se debería de generar diversos proyectos de ensayo de esta agricultura en diferentes lugares del Río de la Plata, brindando a los agricultores las facilidades para su plantación, pero además el mercado para su venta. En este sentido, proponía que fuese la misma corona la que comprara la producción local, garantizando a los agricultores un beneficio seguro. Señalaba que para ello, no había otra salida que “la extracción y el establecimiento de fábricas de lonas, de toda especie de jarcias y cordelería en esta Capital y en Montevideo”, pues de lo contrario, “jamás podrá llegar la navegación a que hemos dado principio, al estado floreciente de que es capaz [...]” debido a “lo caro de las lonas, jarcias y cordelería que se trae de Europa, aun en las circunstancias tranquilas de la paz”10.

Incluso, Belgrano impulsaba lo ya dispuesto por una Real Cédula de 1796, donde la corona había estipulado que el Virrey pudiera en su nombre, conceder “a cualquier vasallo que quiera cultivar lino y cáñamo, los terrenos realengos que sean a propósito para su beneficio, libremente, mientras se dediquen a su cultivo”, exceptuando de impuestos de salida en los puertos a esta producción11.

Los escritos de Belgrano, permiten también conocer los diferente procesos que conllevaba el tratamiento del cáñamo, ya fuesen para el cultivo o el aprovechamiento de sus fibras, como también el de sus semillas, sumamente requeridas por ser un alimento de alto nivel nutricional y extraerse de ellas un aceite de alta calidad. En relación a este punto, por ejemplo, indicaba los aspectos concernientes a las semillas. Decía que: 

“el grano que cae, entonces, es el más propósito para sembrar el año siguiente. Luego se deben despojar de las semillas todos los vástagos que hayan quedado con la coca que la encierra, pues es un objeto esencial, ya por sí misma, ya por el aceite que se puede sacar...”12.

Pero además, brindaba los pormenores vinculados al tratamiento que conllevaba la planta del cáñamo para extraer sus semillas. En sentido, explicaba que esta operación:

“se ejecuta en un banco sobre el que está colocado, en la mitad de su longitud, una especie de rastrillo que tiene dientes finos y muy juntos. Yo he visto hacerla del modo siguiente. A cada cabecera de dicho banco se sienta un hombre o mujer con las piernas apartadas y toman el lino o cáñamo en manojos pequeños y lo pasan por aquel peine, hasta que se desprenden las cocas que encierran la semilla”13.

Una vez culminado este proceso, Belgrano señalaba que se comenzaba con las tareas referentes al tratamiento del resto de la planta. De este modo, señala que una vez obtenidas las semillas, los que se dedicaron a esta tarea:

“van entregando a los demás operarios, para que vayan atando en manojos pequeños y así lo ejecutan, separando las cañas verdes; porque de lo contrario, en el embalsado se correría una parte y la otra no. Estos manojos se atan con la caña más gruesa de cada uno, cerca del extremo más delgado y así el agua se introduce con más libertad en todas las cañas; juntos ya muchos manojos se llevarán al lugar o lugares, donde se han de poner en remojo. Estos serán unos fosos o zanjas de tres o cuatro varas de largo y dos o tres varas de ancho, hondo vara y cuarto, que se llenarán de agua hasta tener como unas seis pulgadas sobre los manojos puestos en él, que deberán estar cubiertos con paja y luego con un zarzo de caña, con piedras encima, para que se mantengan debajo del agua, pero sin que queden muy comprimidos. Para esto, se procurará pasar [a] estos lugares inmediatos a pozos, lagunas y aun a los ríos, pero siempre con las precauciones correspondientes para evitar que una inundación cause perjuicio”14.

Belgrano también recogía datos vinculados al tiempo que se debía de mantener el cáñamo en este tratamiento. Con respecto a ello, señalaba que:

“Una de las cosas más principales es determinar el tiempo que deben estar estas materias en el agua, pues tanto se perjudica el que las tiene poco tiempo, como el que las tiene mucho y como la proporción media depende de la cualidad del agua y del calor del aire y, aun de la misma cualidad de las plantas, no me parece posible designar el momento de poderse sacar; no obstante, la experiencia ha demostrado una señal cierta para conocerse y es sacar una porción del foso o zanja en que está colocado, sea el lino o cáñamo y ponerla al sol: si secándose se dobla por sí misma, tomando la figura de arco y la hilaza igualmente se separa, ya se puede con toda confianza sacarlo todo y exponerlo al sol para que se seque, extendiéndolo y teniendo cuidado de darle vuelta a menudo. Parece inútil recomendar que estas operaciones se deben ejecutar los días claros, pues el labrador tendrá buen cuidado de evitar los perjuicios que le pueden resultar de exponer a que se pierdan sus linos y cáñamos.”15


Corte de un tallo de cáñamo donde se aprecian las fibras que permiten la obtención de cordeles16

Son varios los registros que reflejan lo común y extendido que era el cáñamo en el Río de la Plata, ya fuera en la circulación de diversos productos o en su cultivo. Así lo demuestra, por ejemplo, la propuesta que elevó a las autoridades en 1798, el vecino de Buenos Aires, Martín José de Altolaguirre, ofreciendo las porciones necesarias de cáñamo que tenía cultivado en sus terrenos, para realizarse las pruebas pertinentes en el proceso de fomento del cultivo de esta especie en Buenos Aires. El vecino ofrecía además, las instalaciones de su hacienda, los pozos de agua y todo lo necesario en las pruebas. Dicho ofrecimiento no fue desestimado por las autoridades, quienes nombraron a algunos referentes encargados de los trabajos, los que una vez llevado adelante el ensayo, realizaron un estimativo del precio de venta para hacer sostenible la producción17.

Pero también en Montevideo, existen ejemplos de este proceso. El historiador Arturo Bentancur destaca que hacia 1809, un anónimo escritor señalaba las grandes potencialidades que tenían ambas márgenes del Plata para el desarrollo del cultivo del cáñamo. Sin embargo, esto no era sólo una idea, pues como señala Bentancur, hacia 1782, el coruñés José Reguera había avanzado en Montevideo en los ensayos del cáñamo, para poder abastecer a la actividad vinculada a la fabricación de jarcias18. Así pues, costeó de su bolsillo las semillas de cáñamo desde Chile que plantó en diferentes puntos diversos en la Banda Oriental y realizó, sin suerte, varias gestiones para la obtención de tierras en el Pantanoso para desarrollar el cultivo del cáñamo en Montevideo19.

Pero además de los elementos vinculados a las embarcaciones, el cáñamo era un elemento sumamente difundido y utilizado en diversos rubros. Así lo demuestra una “Razón de los operarios” de la Imprenta de la Provincia en Canelones y los gastos que ella había tenido en el mes de febrero de 1827. Allí, el “hilo de cáñamo” figuraba entre los elementos utilizados en esta actividad, junto a los “cueros de pergamino”, aceite, almidón, luces, paño para la prensa, agua y alquiler del local20.

Como observamos entonces, el cáñamo no agotaba su empleo en la confección de cuerdas, redes, jarcias; ni tampoco en su empleo por parte de las imprentas, las que además de hilos, podían utilizar el cáñamo en el papel. Otros diversos objetos de uso personal eran confeccionados con este material. Además de las petacas, como esta que hoy referimos, también se realizaban sombreros, chalecos, vestidos, medias, asas  de baldes, cestos, e innumerables piezas que acompañaban la  vida cotidiana de los habitantes rioplatenses. Incluso, los primeros trabajos de mensura ejecutados por los Agrimensores, utilizaban largas cuerdas de cáñamo para realizar la medición y demarcación de límites de los terrenos.


Detalle de la petaca de cáñamo perteneciente a Manuel Oribe. Se aprecia el tipo de tejido, la utilización de cordeles de cáñamo, los diseños geométricos utilizados y la forma y terminación de sus extremos abiertos, permitiendo la introducción de una parte dentro de la otra y el ingreso de lo que en ella se fuera a guardar. Probablemente se empleara como tabaquera.

Otros testimonios sumamente ricos en descripciones y que aportan datos sobre el uso del cáñamo, son los escritos de Dámaso Antonio Larrañaga. Así por ejemplo, entre las descripciones que realizó a nivel regional durante el “Viaje del Río de Janeiro a Montevideo”, incluyó algunas apreciaciones al respecto. En los apuntes sobre hechos sobre la Isla Santa Catalina, se dedica a resaltar diferentes costumbres, aspectos edilicios y agricultura del lugar. Entre los productos locales incluye al lino del que señala, curiosamente que existen tres tipos denominados: “Cáñamo, Doncella y Gallego”. Indica que si bien el tipo Gallego fue introducido por los “Insulanos de las Azores”, el Cáñamo y el Doncella sin embargo, fueron remitidos “por la Corte hace 50 años”, y que el primero no producía bien a diferencia del último21.

Pero Larrañaga también proporciona un testimonio por demás importante en relación al cáñamo en Montevideo. No lo hace desde una descripción cientìfica de la especie, como sí es el caso de otras; sino que lo menciona al describir un insecto, la “Mantis Mamboretá”. Señala que la encontró en “uno de los Patios de la Casa de Ejercicios Espirituales de esta ciudad sobre una planta de cáñamo”. Este dato nos permite saber que en Montevideo también se cultivaba el cáñamo. Pero además de esto, más interesante resulta saber que, según agrega Larrañaga, estas plantas de cáñamo donde posaba el insecto, las tenían allí “los Negros de la Casa, sembradas para fumar22. Este dato abre la puerta hacia un mundo de interrogantes de las que evidentemente aún no tenemos respuesta. Puede que lo que Larrañaga describe como cáñamo en la Casa de los ejercicios espirituales, en realidad hubiesen sido puntualmente plantas de marihuana, muy difíciles de diferenciar, más aún cuando tienen una pequeña longitud de crecimiento. Pero más allá de esto, es otra dimensión del uso del cáñamo que podemos encontrar en el Río de la Plata ya en los inicios del siglo XIX23.

En la distinta documentación del período se percibe la presencia del cáñamo en Montevideo, ya fuese por su producción local o por circular a través de distintos productos de consumo básico para las actividades productivas, marítimas, etc.

Para la década de 1830, el cáñamo se incluía entre los productos que eran importados desde el exterior a Montevideo. Así pues, se percibe en los diversos listados de precios de los “artículos de introducción” al país que eran publicados en la prensa montevideana. Tal por ejemplo, en el Diario El Universal de marzo de 1833, se indicaba el precio de la jarcia de cáñamo, desde 11 pesos por quintal24.


Detalle de una de las publicaciones de la lista de precios de “artículos de introducción” en El Universal, donde figuran las jarcias de cáñamo.

Pero así como aparece el cáñamo en estas publicaciones, lo observamos en diversas fuentes. Así por ejemplo, era uno de los productos que se recomendaba tener bajo reparo y control en el “Reglamento General de Policía Sanitaria”, elaborado por las “Honorables Cámaras”. En la edición de éste, de 1838, en su “Título II”, se realizaba una clasificación entre los “objetos susceptibles y no susceptibles de conservar y propagar los gérmenes contagiosos” de una “enfermedad pestilencial”. Entre los de “naturaleza susceptibles”, figuraba junto a la estopa y el hilo, el cáñamo. Pero además, también lo hacía en su versión de “cordelage [sic] de cáñamo no alquitranado25.


Detalle del listado de productos plausibles a contener enfermedades. Hemos resaltado los puntos donde figura el cáñamo.

Aparentemente el cáñamo siguió presente entre los diversos productos que circulaban en la población, durante las décadas siguientes del siglo XIX. Así lo demuestran, por ejemplo, los despachos de aduana hacia mitad de siglo. En el que se realizó en 1851 a “Queirolo”, figura, junto a “7 barricas drogas”, a “5 cajones id.”, a “2 bultos id.” y a “5 barriles de vino blanco”, “5 id. cáñamo obrado”26.

Pero incluso, hacia los últimos años del siglo, sigue estando presente el cáñamo, aspecto que parece irse debilitando durante el transcurso del siglo XX. De ello da cuenta, por ejemplo, su presencia entre los productos listados por parte de la Compañía de Seguros Marítimos y contra Incendios “La Plata” en sus pólizas. En una de ellas, emitida en enero de 1897 a favor de Anotnio Dionisio Lusich, asegurando un viaje de productos que enviaba por barco desde Montevideo a Maldonado, la empresa listaba los porcentajes de la “cuota de franquicia” de cada producto de los que pudiesen asegurar en los traslados. Allí aparecía el “cáñamo obrado” con un 5 % y el “cáñamo y lino en rama” con un 10 %27.

Evidentemente, los cambios en los procesos productivos, la diversificación de productos en el mercado mundial y local, una paulatina disminución del trabajo artesanal, los cambios tecnológicos, las políticas regulatorias con respecto a los canabaceos y otros productos considerados como drogas no legales; son algunos de los factores que hicieron paulatinamente disminuir la presencia del cáñamo, haciendo que lo que otrora era un elemento de extendida producción, procesamiento y uso, se convierta en un producto casi inexistente, cuando no tabú.


Detalle de uno de los extremos de la petaca, donde se puede apreciar el trabajo de tejido de los cordeles de cáñamo.

De este modo entonces, quisimos realizar estos apuntes que pretenden ser un acercamiento a algunas de las múltiples piezas de las colecciones del MHN, desde un punto de vista que ponga en diálogo al objeto y su contexto histórico. Desde esta mirada, una pieza nos permite conocer un mundo que va mucho más allá de la trayectoria vital de su antiguo propietario, la que por supuesto, también es importante.  

Texto: Gabriel Fernández
Imágenes: Matías Bernaola - Martín Varela


1. MHN, Archivo del Departamento de Antecedentes e Inventario, Carpeta n° 2563. Nota de agradecimiento enviada por Juan E. Pivel Devoto, director del MHN, a Joaquín Secco García. Montevideo, 15 de octubre de 1958.
2. MHN, ADAI, Carpeta n° 2563. Certificado emitido por Agustín Illa Castro. Montevideo, 1906. 
3. Cfr. JUMAR, Fernando - PAREDES, Isabel, “El comercio intrarregional en el complejo portuario rioplatense: el contrabando visto a través de los comisos, 1693-1777”. En: Revista América Latina en la Historia Económica, nº 29, México, 2008.
4. HOBSBAWM, Eric. La era del capital (1848-1875), Buenos Aires, Ed. Crítica, 2010, p. 194. 
5. LEVI, Giovani, Microhistorias, Bogotá, Ediciones Uniandes, 2019, pp. 177-180.
6. VIDART, Daniel. Marihuana : la flor del cáñamo : un alegato contra el poder, Montevideo, Ediciones B, 2014.
7. DÍAZ ORDÓÑEZ, Manuel, “Las nuevas periferias americanas en la circulación de cáñamo y jarcia para la construcción naval militar española en el siglo XVIII”, En: MAGALLÁNICA, Revista de Historia Moderna, Vol. 6, Nº 11 (Dossier), Universidad Nacional de Mar del Plata, 2019, p. 191.
8. Transcripción de las instrucciones para los subdelegados de Potosí realizadas por el gobernador intendente Juan del Pino Manrique en 1784, precedida de un estudio de María Concepción Gavira Márquez. Disponible en: https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_abstract&pid=S0719-26812013000200002&lng=p&nrm=iso
9. Exposición de Manuel Belgrano en el Consulado de Comercio de Buenos Aires. 9 de junio de 1797. Citado en: DIB, Matías. Ideario de Belgrano, Colección Idearios argentinos, Fundaciones del grupo Petersen y la Academia Nacional de Educación, Buenos Aires, 2019, p. 89.
10. Idem, p. 94.
11. Exposición de Manuel Belgrano en el Consulado de Comercio de Buenos Aires. 9 de junio de 1797. Citado en: DIB, Matías, Op. cit., p. 96.
12. Ibídem, pp. 93-94.
13. Idem.
14. Exposición de Manuel Belgrano en el Consulado de Comercio de Buenos Aires. 9 de junio de 1797. Citado en: DIB, Matías, Op. cit., pp. 93-94.
15. Idem.
16. Fotografía de dominio público, tomada de: https://es.wikipedia.org/wiki/C%C3%A1%C3%B1amo
17. MILANO, Adriana, “Entre influencia ilustrada europea y necesidades de un espacio periférico. El Consulado de Comercio de Buenos Aires como ámbito de experimentación y difusión de la Economía Política a fines del siglo XVIII”, En: Anuario del Instituto de Historia Argentina,  Vol. 19, N° 1, Universidad Nacional de La Plata, 2019.
18. Jarcias: elementos, sobre todo cuerdas, vinculados a las embarcaciones o la pesca, que hacen posible los amarres. 
19. Cfr. BENTANCUR, Arturo. La provisión de servicios en el puerto colonial de Montevideo: Alcances y limitaciones de una fuente local de riqueza, En: Revista CSIC, tomo LIII, n° 2, Montevideo, UdelaR, 1996, p. 14. 
20. De MARÍA, Isidoro. Montevideo antiguo. Tradiciones y recuerdos, Tomo II. Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, Vol. 24, Montevideo, 1957, p. 75.
21. LARRAÑAGA, Damaso Antonio, Viaje al Río de Janeiro y Santa Catalina, 1817, En: Escritos de Don Dámaso Antonio Larrañaga, Tomo I, Montevideo, Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay, Imprenta Nacional, p. 426.
22. LARRAÑAGA, Damaso Antonio, Diario de Historia Natural (1808-1814), Biblioteca Artigas, Colección de Clásicos Uruguayos, volumen fuera de serie I, Montevideo, Ministerio de Educación y Cultura, 2015, p. 46.
23. Sería iluminador poder profundizar en este tema, pues cabe preguntarse si en este contexto de esclavitud, las personas escavizadas no habían adoptado determinados hábitos de utilización del canavis de alto grado de THC, al experimentar determinadas sensaciones corporales al fumarlo, que tal vez pudieran, en muchos casos alivair o evadir circunstancias penosas durante la deshumanización a la que muchos se veían sometidos. Esto se ha advertido en otras partes de América entre distintos sectores subalternos los que, enfrentados a circunstancias de extremas penurias, consumían altos niveles de alcohol. 
24. “El Universal”, Montevideo, 2 de marzo de 1833, p. 2. Disponible en: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/47820
25. “Reglamento General de Policía Sanitaria sancionado por las Honorables Cámaras”. Montevideo, Imprenta de la Caridad, 1838, p. 25. Disponible en: http://bibliotecadigital.bibna.gub.uy:8080/jspui/handle/123456789/47501
26. “La Defensa”, año 1, nº 50, Montevideo, 2 de octubre de 1851. Desconocemos a qué producto concretamente refieren las “barricas drogas”.  Disponible en: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/20273

27. Póliza de seguro otorgada a Antonio Dionisio Lusich por la Compañía de Seguros Marítimos y contra Incendios “La Plata”. Montevideo, 21 de enero de 1897. Disponible en: https://anaforas.fic.edu.uy/jspui/handle/123456789/47756



Viernes 2 de Julio de 2021
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