El mes de marzo nos pareció una inmejorable ocasión para profundizar en el conocimiento de las mujeres que habitaron las casas que hoy pertenecen al Museo Histórico Nacional. 


Roosen Regalía, Matilde y Hughes Gómez, Eduardo.
Anales de la Revista Nacional.  no. 28
Hemeroteca. Casa de Montero 
Museo Histórico Nacional.

La sede del Museo Romántico fue durante el siglo XIX y primera mitad del siglo XX, una residencia familiar conocida por sus contemporáneos como “El Palacio “de Mármol” o “del Mármol”.  Esta denominación se debió a que luego de 1830, año en que fue adquirida por el rico comerciante Antonio Montero, la casa fue reformada con predominio de este material en su ornamentación, lo que se advierte con el solo hecho de observar su fachada. Se destinó a vivienda de la familia Montero-Graña y en el transcurso de los años la misma fue habitada por varias generaciones de sus descendientes, entre las que destacaron , Matilde y María Esther, las hermanas Roosen Regalía, hijas de Germán Roosen y Matilde Regalía Montero. La prensa social de la época nos permite conocer detalles de la vida de ambas en su residencia , cuya juventud transcurrió en las primeras décadas del Novecientos uruguayo. Además, el Museo Histórico Nacional conserva en su acervo algunos objetos que pertenecieron a la familia. A través de las crónicas sociales de las revistas, sabemos que Matilde, nacida en 1893, se casó con Eduardo Hughes Gómez, y la ceremonia tuvo lugar en la residencia familiar el 8 de febrero de 1918. Este evento constituyó un acontecimiento social de importancia en la época, dado el prestigio de las personas involucradas. Cabe señalar que los novios eran integrantes del Patriciado, al decir de Real de Azúa (1981),  “el Patriciado es un concepto de clase fundacional especialísimo, con conflictos interclasistas que son fuertes pero menos intensos, de cualquier manera, que las efectivas solidaridades que los unen”. (p.15).  Las crónicas sociales de las revistas cuyo público objetivo era especialmente el femenino, de clase media alta y alta, como “Anales de la Revista Nacional”, o “Selecta”, hacen posible seguir parte de su trayectoria vital. En relación a las publicaciones que utilizamos como fuente de información, resulta interesante mencionar que  estaban dirigidas por hombres, César Álvarez Aguiar y Juan Carlos Garzón respectivamente, y la mayoría de sus colaboradores también lo eran, por consiguiente, a estos les correspondía la selección de contenidos a publicar.  Allí se da cuenta de su compromiso matrimonial y se destacan algunos aspectos más personales como su sobrenombre en el ámbito familiar: “Matildita”. Al igual que en otras familias, era frecuente una práctica que aún se mantiene, la de nombrar a los hijos mayores con el nombre de sus ancestros. En este caso podemos remontarnos a Matilde Graña (en algunas fuentes figura como Raña), bisabuela de Matilde Roosen y esposa de Antonio Montero, el rico comerciante que adquirió la propiedad cuyo destino fue el de residencia familiar. También su hija -abuela de Matildita- Matilde Montero Graña y su nieta Matilde Regalía Montero. La prensa nos informa además, que la vida de aquella fue breve y falleció como muchas mujeres de su época a consecuencia del parto de su segundo hijo, el 28 de marzo de 1920, a la temprana edad de 27 años. El matrimonio Hughes Roosen tuvo dos hijos, el mayor de ellos, Eduardo, se casó con Licia Galeano, fruto de esa unión el 3 de setiembre de 1949 nació Eduardo Germán María Hughes Galeano, conocido como Eduardo Galeano, reconocido periodista y escritor uruguayo. 


Roosen Regalía María Esther. Fotografía.
Archivo Musical.  Casa de Lavalleja.
Museo Histórico Nacional.

En cuanto a María Esther, la otra hija del matrimonio Rossen Regalía, su referencia en las crónicas sociales es escasa, sin embargo, tuvo gran protagonismo en la suntuosa boda de su hermana Matilde, acaecida en la residencia familiar. Para la ocasión, compuso un “Ave María”, que fue ejecutado durante la ceremonia religiosa. Al respecto puede leerse en la revista Selecta, vol. 1, nº 10 (1918), “…cuando llegó el momento de la bendición de los anillos…la señora Esther Vidal de Etcheverry, entonó un Ave María de severa concepción musical y admirable inspiración, compuesta por la inteligentísima señorita María Esther Roosen Regalía”. Dedicada a la música, fue una prolífica compositora, alumna del Profesor Carmelo Calvo. En la Sección Musicología del Museo Histórico Nacional, se conserva medio centenar de partituras, que corresponde a obras musicales de diversos estilos para distintos instrumentos. Dicha afición la compartía con su hermana, cabe mencionar que se preserva un vals para piano de autoría de Matilde Roosen. Las hermanas, educadas en el seno de un hogar burgués, desarrollaron gustos y comportamientos acordes a lo que era considerado virtuoso para su género. Mujeres formadas para ser buenas esposas y madres que hallaron en la cultura, especialmente en la música, la posibilidad de autorrealización y el desarrollo de las capacidades personales, trascendiendo el rol doméstico. En el Archivo de la Casa de Lavalleja se conservan tres hojas manuscritas de su puño y letra con prolija caligrafía, en donde la propia María Esther relata que su primera composición la realizó a los 15 años y se trató de una “mazurca” y recuerda con beneplácito los comentarios que realizaron su madre y abuela, quienes la estimularon para seguir componiendo. El compositor César Cortinas, hizo lo propio, así como la poeta María Eugenia Vaz Ferreira. Por una corta temporada en el transcurso del año 1915 recibió lecciones del profesor Mujica, las que luego tuvo que abandonar para viajar a Buenos Aires. Allí conoció al distinguido tenor argentino Enrique Salas Molina, el que le causó muy buena impresión, le compartió la mazorca de su autoría, con letra de María Eugenia Vaz Ferreira. Según manifiesta en su manuscrito,  este a su vez “me la pidió para estudiarla y cantarla acompañado por mí en una audición en el “Diapason” prestigioso centro musical…donde fui recibida con entusiasta acogida”.


Roosen Regalía María Esther. Ave María para Cello.
Sección Musicología. Casa de Montero.
Museo Histórico Nacional.

Esther musicalizaba obras de poetas uruguayas, especialmente de mujeres como María Eugenia Vaz Ferreira, Juana de Ibarbourou, María Blanco Acevedo de Mendilharsu y Ofelia Calo Berro. Toda su vida la dedicó a esta disciplina, sus composiciones fueron presentadas en lugares como el Plaza Hotel de Buenos Aires y el Club Católico de Montevideo. En su manuscrito relata que sus “minués” fueron objeto de una conferencia en la radio. Cultivó amistades del ambiente musical, como la de César Cortinas, quien frecuentaba la casa familiar de las hemanas. Para la boda, Cortinas  compuso un “Hossanah”, que fue entonado luego de la ceremonia. Esther señala al final del manuscrito, en 1935 “considero que el estilo de mi música tiende al romanticismo teniendo actualmente en preparación nuevas composiciones”. Trascendió de este modo el modelo femenino de la época que sugería su formación para la mera interpretación de obras musicales y devino en creadora, compositora activa de piezas varias. El Museo Histórico Nacional posee en custodia su legado.

Lic. Analaura Collazo

 

Lunes 21 de Marzo de 2022
Ministerio de Educación y Cultura