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Desde los primeros registros, por ejemplo en las cavernas de Lascaux y de Altamira, y a lo largo de toda la historia del arte, los animales aparecen en la pintura y en la escultura, quedando establecido el lazo que los unió a las sociedades humanas. En los murales de las tumbas del Egipto faraónico, además de caballos y bueyes participando en las actividades productivas, tirando de carros y arados, o pisando el grano, aparecen también otros animales, que posteriormente la modernidad calificó como "de compañía". Así, gatos y monos fueron representados junto a sus amos en reuniones familiares y festividades. En la tumba de Mahirpra, soldado y amigo del faraón Amenhotep II (S. XV a. C.), se encontró el collar de su perro favorito con su nombre escrito; se llamaba Tantanuet. Podríamos enumerar ejemplos de esta costumbre en diversas culturas de todos los tiempos.

En Europa, durante el siglo XVIII, junto al iluminismo y el enciclopedismo, a la reflexión sobre los derechos del hombre, la libertad y la igualdad, se produjo un fenómeno de sensibilización hacia los animales. Esta mutación de la mentalidad continuó durante el siglo XIX, y se llegó a mirar con horror la violencia hacia ellos. La llamada Ley Grammont, votada en Francia en 1850, prohibió el castigo en público de los animales domésticos, y estableció multas y prisión para los infractores. En Historia de la vida privada, Alain Corbin y Michelle Perrot citan a varias personalidades extremadamente afectas a sus animales:

La época romántica proporciona diversos ejemplos de ternura hacia el animal de compañía. Eugénie de Guérin ama a sus perritos; los acaricia, los cuida, ruega por ellos; llora la pérdida de uno de ellos y decide enterrarlo dignamente. [...] Es que el animal se ha convertido ya en un recurso frente a las angustias de la soledad. Aislado, en 1841, en Civitavecchia, y triste por no tener a nadie a quien amar, Stendhal mima a sus dos perros. Merimée, ya envejecido, vive solo con un gato y una tortuga. Víctor Hugo da muestras de sentirse muy apegado a su buen perro que le acompaña en el exilio. Los cuadernos de Gambon son más reveladores aun de esta sensibilidad. El cuarentayochista se deja conmover por la mirada del buey, la vivacidad del caballo y la fragilidad del cordero. En su prisión, como hacía Silvio Pellico, cuidaba de una araña y había hecho de un caracol su compañero. (1)

Los animales protagonizaron cuentos infantiles, como El gato con botas o Los cisnes salvajes y sirvieron para ilustrar virtudes, vicios y comportamientos esencialmente humanos, en un proceso cultural complejo de transferencia y de humanización. Las fábulas de Jean de la Fontaine (1621-1695) constituyen el ejemplo más acabado, con títulos como La cigarra y la hormiga o El lobo y el perro flaco.

Uno de los pintores predilectos de la reina Victoria I del Reino Unido (1819-1901) fue Sir Edwin Landseer (1802-1873), especializado en la pintura "de animales" a quien la soberana calificó como "el artista más inteligente que hay". Retrató a Eos, el galgo del príncipe Alberto y también pintó escenas en las que los animales participan de actitudes humanas. La obra más célebre en este sentido es "Dignidad e insolencia": dos perros, en la puerta de su caseta, ejemplifican con su actitud, fisonomía, tamaño y postura, estos dos valores (2). Adivinen cuál representa a cada uno...

Una mascota del siglo XIX

En el Uruguay, en el marco del proceso europeizante desarrollado durante el siglo XIX y principios del XX, se dictaron medidas en beneficio de los animales, Entre las culminaciones de la nueva "sensibilidad civilizada", como fue caracterizada por José Pedro Barrán (4), de minimización pública de la violencia y la sangre, se encuentran la prohibición de las corridas de toros y de las riñas de gallos establecida por el presidente José Batlle y Ordóñez.

También el vínculo con el animal de compañía va a desarrollarse con fuerza en nuestro país. Diversos avisos en la prensa de los años 1800 solicitan a quien la encuentre, la devolución de una mascota perdida, brindándose una descripción con tamaño, color y rasgos particulares. Se conservan hasta hoy Coquimbo, el perro de Venancio Flores (1808-1868) y el canario de la poetisa Delmira Agustini (1886-1914); ambos animales fueron embalsamados tras su muerte. Alejo Rossell y Rius tenía en su parque un cementerio para sus mascotas, exóticas o no, donde éstas aparecían representadas en esculturas, incluso vestidas a la moda y con epitafios alusivos. 

Una mascota del siglo XIX

El pretendido guiño humorístico alarma por la similitud de estas tumbas con las que contemporáneamente se levantaban para las personas difuntas en el Cementerio Central y en el del Buceo. También Francisco Piria compró en Italia dos grandes esculturas de terracota representando perros de caza que esperan atentos la orden de su amo. Originalmente situadas a cada lado de la entrada a las caballerizas, custodian hoy el acceso a su castillo en Piriápolis.

Juan Manuel Blanes (1830-1901) dejó testimonio en su obra de la presencia de los animales domésticos. En el retrato que pintó de su hermano Mauricio, éste aparece de pie acompañado de su perro, echado a sus pies y mirándolo con atención. Incluso en la misma modalidad que Landseer, hizo participar a las mascotas de cuestiones humanas.

Una mascota del siglo XIX

En "Historia del turrón", Blanes representó a un perro y un gato, recostados sobre un poncho, a punto de pelearse por una costilla, colocada sobre un libro abierto, donde se lee el título de la pintura. El pintor alude de esta forma a los enfrentamientos entre "blancos" y "colorados" y a las guerras civiles, calificadas como una riña doméstica. En el catálogo de la exposición de la obra del artista, realizada en 1941, se establece que:

La tela fue lacrada y sellada por Blanes, cosa que muy pocas veces hizo y que revela que la realización de la misma le satisfizo ampliamente. La composición de este cuadro, de acabado dibujo y colorido y vida excepcionales, se aparta de los temas de su pintura, ya que muy raramente pintó sólo animales. (7)

Una mascota del siglo XIX

En el Museo Histórico Nacional se encuentra otro curioso ejemplo de esta relación afectiva: la gallina embalsamada del Coronel Diego Lamas.

Una mascota del siglo XIX

En una pequeña tarjeta que la acompaña, con membrete de Sabas Canosa, Conservador del antiguo Museo Nacional, quien se ocupó de su taxidermia, fechada en 1900 y dirigida a la familia de Lamas, puede leerse:

"Señores Dr. D. Alfonso y Coronel D. Gregorio Lamas. Deseando que la respetable Señora Madre de Uds. encuentre y reconozca en la preparación adjunta, la verdadera gallina histórica y grato recuerdo de ella; será una satisfacción para Uds. y también para el de suscribe…" (9)

Una mascota del siglo XIX

Una mascota del siglo XIX

Esta gallina, sustraída al destino común del gallinero, ingresó a la vida familiar, y Lamas tuvo por ella un afecto especial. La institución tiene incluso una foto de esta mascota con sus huevos. La fotografía de los animales domésticos permitía registrar las gracias y sus actividades cotidianas para recuerdo afectivo de sus propietarios. En esta oportunidad, a la gallina se la hizo "posar" para la cámara, con sus huevos frente a ella, no empollándolos.

Una mascota del siglo XIX

Resulta interesante apreciar que el embalsamamiento post mortem, como verificamos también con el perro Coquimbo o el canario de Delmira, constituyó una forma más de conservar una presencia física, superior a una imagen, la presencia real del animal de compañía, para recuerdo de sus afligidos dueños.

Esta pieza, historiada en relación a un contexto social y cultural, deja de ser un mero animal disecado para hablarnos de una sensibilidad y de su vinculación a una red de significaciones y afectos.

 

Texto realizado por el Lic. Ernesto Beretta García

 

(1) Corbin, Alain y Perrot Michelle, "El secreto del individuo. Mediadores del coloquio singular", en Historia de la vida privada, tomo 9, Sociedad burguesa aspectos concretos de la vida privada, Buenos Aires, Taurus, 1991, pp.186 y 187.

(2) Resulta un detalle interesante que la poetisa Delmira Agustini haya realizado una copia de esta pintura de Landseer, la cual puede verse en el catálogo Delmira Agustini y la pintura, realizado por la Biblioteca Nacional del Uruguay.

(3) Tate Online: http://www.tate.org.uk/art/artworks/landseer-dignity-and-impudence-n00604

(4) Barrán, José Pedro, Historia de la sensibilidad en el Uruguay, tomo II El disciplinamiento, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias, Ediciones de la Banda Oriental, 1990.

(5) "Una curiosa necrópolis. La ciudad de los animales muertos. En "Villa Dolores", en Caras y Caretas, Año IX, Nº 493, Buenos Aires, 14 de marzo de 1908.

(6) Ministerio de Instrucción Pública, Comisión Nacional de Bellas Artes, Exposición de las obras de Juan Manuel Blanes, Catálogo, tomo II, Montevideo, 1941.

(7) Ministerio de Instrucción Pública, Comisión Nacional de Bellas Artes, Exposición de las obras de Juan Manuel Blanes, Catálogo, tomo I, Montevideo, 1941, p. 160.

(8) Ministerio de Instrucción Pública, Comisión Nacional de Bellas Artes, Exposición de las obras de Juan Manuel Blanes, Catálogo, tomo II, Montevideo, 1941.

(9) Pequeña tarjeta personal que se conserva en la vitrina junto a la gallina embalsamada en el Museo Histórico Nacional.

Lunes 17 de Agosto de 2015
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Una mascota del siglo XIX
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